Al llegar a Camoapa, me invadía la incertidumbre. Estaba lejos de casa, enfrentándome a una experiencia completamente nueva. Sin embargo, desde el primer momento, el personal de la fundación me recibió con una calidez que disipó cualquier duda. Los niños, con su alegría y esperanza, transformaron mis temores en una profunda conexión. carmenherreramorente@ gmail.com En la casa de acogida, no solo encontré un refugio, sino un verdadero hogar, donde era un integrante más en la familia.
Lo que más me impacta es haber sido parte de un proyecto que, con tanto empeño y dedicación, busca cambiar la vida de los niños y niñas que forman parte de este hogar. He aprendido tanto de ellos; de sus realidades, de su capacidad para seguir adelante a pesar de las adversidades, a través de las visitas de seguimiento, pude ver de cerca sus luchas y, a la vez, su increíble resiliencia.
Ahora, al enfrentar el momento de la despedida, miro hacia atrás y se alojan en mi mente tantos recuerdos bonitos. Cada sonrisa compartida, cada juego, cada logro juntos, cada pequeño gesto de cariño, se han convertido en recuerdos que atesoro en mi corazón. Nunca imaginé que esta experiencia podría ser tan transformadora. Hoy, me voy sintiéndome una persona renovada. Llevo conmigo la ilusión de volver algún día, de reencontrarme con esas caritas llenas de vida, y de seguir aprendiendo de ellos. Me llevó no solo los recuerdos, sino un profundo sentido de gratitud por todo lo vivido y compartido.
Gracias, de todo corazón, a cada persona que hizo posible que esta experiencia fuera increible. Gracias a los niños por enseñarme que la vida es más que las circunstancias, que siempre hay espacio para soñar y para creer en un futuro mejor. Estas semanas en Camoapa me permitieron tener una perspectiva completamente diferente, y por eso estaré eternamente agradecida.